La guerra contra la Libertad: el caso de Pavel Durov que nadie te contó
“Para mi la vida no se trata de dinero, sino de libertad y ayudar a obtener libertad a otros”
Pavel Durov – siendo entrevistado por Tucker Carlson.
No puedo comenzar a escribir sobre los hechos noticiables relativos a Pavel Durov sin antes destacar cuantas similitudes y puntos en común veo en esta cuestión con relación a Ayn Rand y su filosofía objetivista.
Pavel Durov nació en la URSS, igual que Rand, pero mucho más tarde, en 1984. Al igual que la madre de la filosofía objetivista Pavel vió desde primera fila las nocivas consecuencias del comunismo y la centralización del poder. Al igual que Rand, esto es lo que lo llevó a producir y vivir con mayor libertad fuera de su país natal.
Pero a diferencia de Rand que se dedicó exclusivamente a la filosofía evitando así importunar a “la autoridad” con nuevas tecnologías, el mogul ruso recientemente arrestado se dedicó a crear soluciones prácticas que faciliten la libre comunicación entre personas. Y es este crimen el que lo ha colocado en la posición de animal a ser sacrificado para el Dios Estado.
En la mejor novela y tratado filosófico del S.XX “La Rebelión de Atlas”, existe un personaje que comparte muchísimas similitudes con el dueño de Telegram. Tanto Hank Rearden como Pavel pueden ser vistos como personajes que representan los ideales de la libertad y el capitalismo encorsetados en el cuerpo de un empresario que vive en el mundo fiat. Empresario virtuoso en tanto que desea servir a la humanidad proveyendo servicios que incrementen su calidad de vida pero que al mismo tiempo quiere servir a la autoridad siendo políticamente neutral.
Rearden es el creador de un metal superior al acero y que tiene la capacidad de disrumpir la industria del acero, mientras que Pavel es el creador de un servicio de mensajería superior al estado de arte actual y que tiene la capacidad de disrumpir la industria de la mensajería privada. En ambos casos los productores se dan de bruces contra la autoridad porque, como es de esperarse, la misma busca mantener el status quo a toda costa. Incluso perjudicando a los usuarios, restringiéndole sus libertades y en líneas generales impidiendo el progreso humano, tal como hacen los antihéroes en la novela recomendada.
La siempre vigente frase popular entre objetivistas consistente en que “vivimos en una novela randiana” ha tomado nuevas fuerzas con este caso. Destacándose así, una vez más, el acertadísimo y preciso entendimiento de la naturaleza humana que Ayn Rand ha descubierto y luego materializado a través de sus personajes.
“El trato legal que se les otorga a los verdaderos criminales es mucho mejor que el que se les otorga a los empresarios. Los derechos de los criminales están protegidos por leyes objetivas, procedimientos objetivos, reglas objetivas de evidencia. Se presume que un criminal es inocente hasta que se demuestre su culpabilidad. Solo los empresarios—los productores, los proveedores, los sustentadores, los Atlas que cargan toda nuestra economía sobre sus hombros—son considerados culpables por naturaleza y se les exige que prueben su inocencia, sin ningún criterio definible de inocencia o prueba, y quedan a merced del capricho, el favor o la malicia de cualquier político en busca de publicidad, cualquier estatista conspirador, cualquier mediocridad envidiosa que logre abrirse camino hacia un puesto burocrático y que sienta el deseo de desmantelar algún consorcio.”
Ayn Rand en “Capitalismo el ideal desconocido”.
Sobre la acusación
Según la información disponible en el momento, el legalizado secuestro de Pavel tendría como fundamento los siguientes aludidos incumplimientos en su plataforma Telegram: desinformación, permitir grupos neo-nazis, permitir contenido de pedofilia o tráfico de niños, permitir contenido de venta de drogas ilegales y permitir contenido violento. En síntesis, tal como reportara Aljazeera: fue acusado de «haber fallado en moderar la actividad delictiva en la plataforma«.
Básicamente se lo acusa de omitir moderar adecuadamente el contenido creado por unos mil millones de usuarios. Adecuadamente en los términos que los burócratas de turno crean conveniente.
Pavel reconoce que siempre modera el contenido de lo que cree realmente delictivo pero que omite brindar a los estados puertas traseras,información de los usuarios y censura generalizada. Si uno pensara mal de los estados podría creer que en verdad esta última actividad es la que llevó a su detención y no la actividad por la que se lo acusa.
Más allá de los hechos concretos, cabe preguntarse: ¿Tiene sentido poner sobre los hombros de una persona que se haga cargo de cómo los consumidores usan las herramientas por él desarrolladas? Es decir, los inventos creados.
Si acusamos a Pavel de complicidad en los delitos arriba indicados debido a que ciertos usuarios en ciertas oportunidades cometieron ciertos actos que en ciertas jurisdicciones son delitos usando una herramienta provista y administrada por el empresario: ¿Cuál es el límite? Acaso no debemos acusar también a cada fabricante de cuchillos que luego haya sido usado para cometer delitos. ¿O por qué no a cada político que haya impreso dinero que luego haya sido usado para financiar actividad delictiva? ¿Por qué no acusamos a cada Uber, Cabify, Airbnb y similares de complicidad criminal en caso de haber trasladado o alojado usuarios que resultaron ser condenados como criminales por hechos anteriores o posteriores al haber usado el servicio? ¿Cuál es el límite?
Tanto desde una teoría republicana como libertaria el límite de la responsabilidad es el individual. Veamos con un ejemplo: una persona que trafica personas menores de edad es indiscutiblemente un delincuente. Ello porque realiza un (real) delito por causar daños a terceros. Este tipo de actividad en toda sociedad con un mínimo de decencia es repudiado y combatido por la mayoría de la sociedad. Por lo que, dejando de lado ciertas personalidades moralmente desviadas que frecuentan islas de Epstein, básicamente tenemos un consenso global en buscar evitar ese tipo de actividad criminal. ¿Acaso se acusa a Pavel de un hecho así? ¡Para nada! ¿Acaso en este caso se acusa a alguien en concreto de un hecho así? ¡En absoluto! Al igual que ocurre con el delito de lavado de dinero donde se endilga al acusado de ser lavador y financiador de terrorismo hasta que pruebe lo contrario, aquí se acusa al administrador de la red social de ser cómplice de estos delitos hasta que pruebe lo contrario.
Y conforme el capricho del burócrata de turno, la omisión de complicidad sólo puede ser demostrado mediante la sumisión a la autoridad incluyendo la organización de censura en los términos deseados por el Estado, la habilitación de puertas traseras y básicamente el sometimiento total a permitir la manipulación máxima posible de los usuarios. Es decir que el que quiera tener una red social debe vender el alma al diablo tomando como modelo el contrato que Zuckerberg -y tantos otros- firmaron y actualmente cumplen.
El resto de las acusaciones: desinformación, permitir grupos neo-nazis, permitir contenido de venta de drogas ilegales y permitir contenido violento ni siquiera merecen análisis por no ser delitos en el derecho natural atento la inexistencia de víctimas o daño alguno.
Epílogo
En la novela de Rand los héroes políticamente neutrales y que sólo desean crear por la creación misma y en pos del progreso humano gradualmente se van desgastando moral y anímicamente. Van perdiendo fuerzas o esperanza en que la sociedad los respete, los entienda o al menos los tolere y no los trate como criminales. A medida que van viendo la inevitabilidad del desagradecimiento y el supino repudio a la razón que la sociedad y especialmente la autoridad tienen, van migrando hacia nuevos rumbos.
Una vez más podemos apreciar la inmensidad de Satoshi quien supo exactamente lo que le hubiera pasado en caso de haberse quedado entre nosotros. Al igual que los héroes en La Rebelión de Atlas, Satoshi se fue de esta sociedad profundamente autoritaria e irracional pero no sin antes dejarnos como regalo su maravillosa obra. «He pasado a otras cosas.» (I´ve moved on to other things) fue la forma que Satoshi se despidió de la sociedad sabiendo que correría el mismo destino que Ross Ulbricht, Pavel Durov, Samourai Wallet y tantísimos otros emprendedores no violentos.
Depende de nosotros, los que aún estamos acá, si queremos seguir tomando los regalos de los productores que luego forzamos a escapar o a ser sacrificados en el altar del Dios-Estado. Acaso tal vez aún haya chances de que podamos avanzar hacia un orden social donde no se castigue la meritocracia y la creación de riqueza y prosperidad.
Camilo JdL para CriptoNoticias a las 858.682 timechain
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